Luigi Boccherini en Lucca (Italia)
Leopoldo Boccherini (padre de Luigi) vivía de la música en la Ciudad-Estado de Lucca (Italia). El matrimonio formado por Leopoldo Boccherini y Maria Santa Prosperi tuvo seis hijos, en tan sólo nueve años, entre 1740 y 1748. El tercero de ellos, Luigi Ridolfo, nació el 19 de febrero de 1743.
Sus dos hermanos mayores (exceptuando el primogénito que murió sin llegar a cumplir los tres años), también ejercieron como profesionales de la música: María Ester, nacida en 1740, llegó a ser bailarina de renombre, y Giovanni Gastone, nacida en 1742, fue libretista de ópera.
Desde pequeños, todos los hijos de Leopoldo tuvieron inclinaciones musicales. Pero Luigi demostró una gran habilidad con el violín y con el violonchelo.
Luigi recibió lecciones de chello en Lucca de Domenico Vannuci, un clérigo de San Martino. Luego, en Roma, estuvo perfeccionando su técnica con el violonchelista Giovanni Battista Costanzi.
Leopoldo emprendió una primera gira por tierras austríacas, con sus hijos Maria Ester, Giovanni Gastone y Luigi.
Luigi publicó su primera obra con el número 1 de Opus, Seis tríos para dos violines y violonchelo en estos tiempos.
Así siguió componiendo hasta alcanzar el número 64 de Opus, (aunque esta numeración resulta engañosa, ya que la mayoría de los números de opus comprenden 6 piezas, y además porque Boccherini no anotó en su catálogo muchas de sus obras). Por lo tanto, en dicho catálogo solamente consta aproximadamente la mitad de la producción boccheriniana, es decir, un total que supera sólo ligeramente las 300 piezas, siendo así que el elenco completo de las composiciones que escribió Boccherini alcanza ampliamente más allá de la cifra de 500.
Luigi, su padre y sus hermanos continúan con sus giras austríacas y sus compromisos en Lucca.
A lo largo de los años 1764 a 1767, el joven compositor sirvió a su ciudad con diversas piezas sacras y de escena, entre otras, 3 oratorios, 3 partes de misas y 2 salmos, géneros en los que Boccherini se mostró siempre muy parco, contándose muy escasas producciones, si exceptuamos dos versiones del Stabat Mater (de 1781 y 1800, respectivamente), una Missa Solemnis (perdida, de 1800), una Cantata de Navidad (también perdida, de 1802), y un Villancico (oratorio profano de 1783). Algunas de las oberturas de estas cantatas y oratorios las utilizaría mas tarde como sinfonías independientes.
Pero ese año de 1767 sería dramático para toda la familia ya que la muerte segó la vida de Leopoldo, inundando de tristeza la casa de los Boccherini.
Para Luigi, la falta de su padre significó un cambio radical en su vida. A partir de ese momento, como si quisiera huir de la tragedia, se lanzaría a recorrer el norte de Italia, en compañía de sus amigos violinistas Pietro Nardini, Philippo Manfredi y Giuseppe Cambini.
Estos cuatro instrumentistas constituyeron el llamado Cuarteto Toscano, que puede considerarse como la primera formación cuartetística de la historia, ya que, a pesar de haber tres violinistas y un violoncelista, Cambini aceptó tañer la viola para completar el cuarteto de cuerda clásico. Y, si ellos fueron pioneros en el campo de la interpretación, Boccherini lo sería en el de la composición para este conjunto instrumental, ya que sus cuartetos son los primeros que, como tales, se conocen en la historia de la música, siendo anteriores a los de Franz Joseph Haydn.
Después de varios viajes emprendidos por los cuatro amigos, Manfredi y Boccherini, ambos originarios de Lucca, viajaron solos hacia París, donde esperaban consagrarse ante uno de los públicos más cosmopolitas del continente. Boccherini ya había triunfado en Viena y deseaba conquistar París para pasar, después a Londres, completando el gran circuito europeo de las capitales intelectuales y artísticas más importantes del momento.
Una vez en la capital francesa, los dos músicos lograron actuar en el prestigioso marco de los Concerts Spirituels, obteniendo de la crítica un reconocimiento si no entusiasta, sí aceptablemente cálido. Lo que sí se pudo apreciar es que el violín de Manfredi gustó más que el violoncelo de Boccherini y, quizá por ese motivo, aquél y no éste, obtuvo nuevos encargos para seguir actuando ante los públicos parisinos.
Por el contrario, en ciertas tertulias de la intelectualidad parisina sí se valoró plenamente la valía y la calidad del modo de interpretar de Boccherini. En concreto, Luigi fue muy aplaudido en el círculo del adinerado barón de Bagge, donde conoció a Madame Brillon de Jouy, renombrada intérprete del piano y el clavecín, para quien escribió las bellísimas Seis sonatas para tecla y violín obligado, Opus 5, género al que no volvería jamás.
Manfredi, mejor tratado por la crítica, se quedó en la capital gala durante algunos meses, mientras que Luigi se dejó llevar más por el corazón que por la cabeza y decidió, no sólo no permanecer en París, sino tampoco emprender el viaje previsto hacia Inglaterra.
Prendado de amor por la cantante romana Clementina Pelliccia, que actuaba como soprano en la Compañía de Ópera del boloñés Luigi Marescalchi, Boccherini se enroló también en ella, uniéndose al viaje que dicha compañía tenía programado hacia España, a inicios de la primavera de 1768.
A Boccherini le vemos, por primera vez en España, actuando, durante la primavera, en Aranjuez, interpretando un aria propia, para el segundo acto de L’Almeria, de Francesco Majo, una de las óperas del repertorio de la Compañía de Marescalchi. Desde ese momento, nada permite afirmar que Boccherini abandonara jamás España en vida. Fue en nuestro país donde compuso la inmensa mayor parte de su obra, ya que, antes de llegar a España, solamente contaba con la edición de los cinco primeros Opus, y fue aquí donde arraigó su familia y donde permanece su descendencia, hasta nuestros días.
Entre 1768 y 1770, Boccherini, como compositor e intérprete, y Marescalchi, como director de la Compañía de Ópera, mantuvieron, en el marco de la Compañía de los Reales Sitios, estrechos vínculos que se reanudarían años más tarde, cuando el boloñés se reintegró a su tierra natal para ejercer la profesión de impresor de música, editando algunas partituras del que había sido antiguo amigo y empleado.
Los mencionados vínculos entre Marescalchi y Boccherini presentan un caso destacable, ya que ambos compusieron, aunque independientemente, una pieza inspirada en el mismo origen, el juego musical y ecuestre de Las Parejas, que practicaba, esencialmente, la realeza, sobre todo durante la primavera, en una plaza próxima al Palacio de Aranjuez. El Quinteto para flauta y cuerda (G.430), de Boccherini, es de 1774, mientras que la partitura de Marescalchi forma parte del libro que Domenico Rossi dedicó, en 1781, a ‘Sua Altezza Reale Il Principe D’Asturias’, futuro Carlos IV.
Durante ese periodo de algo más de dos años, el catálogo del compositor creció con varias series de tríos para cuerda, un conjunto de cuartetos, varias sonatas para violonchelo y bajo, un concierto para violoncelo y orquesta y un peculiar Concierto para 8 instrumentos que estrenó en el Teatro de los Caños del Peral y que anotó en su catálogo como Op. 7.
Boccherini y el Infante don Luis de Borbón y Farnesio
En 1770, durante la jornada real en Aranjuez, el infante don Luis de Borbón, hermano menor del rey Carlos III, contrató a Boccherini como violonchelista de su orquesta privada y, más tarde, como su compositor de cámara, permaneciendo en esos puestos hasta la muerte del infante, acaecida en 1785.
La entrada al servicio de don Luis significó un nuevo y drástico cambio en la vida de Boccherini. De ser un músico ‘libre’, sin ataduras serviles, pasó, durante 15 años a la condición de criado de un señor, si bien siempre conservó la libertad de seguir editando sus obras en los mercados europeos. .
Desde 1770 hasta contraer matrimonio en 1776, don Luis lleva una vida a remolque de la Corte, siguiendo y acompañando a su hermano en las jornadas anuales por los Reales Sitios, escoltado por su amplia servidumbre, entre la que se contaba una agrupación musical de cámara. Es entonces cuando Boccherini conoce y entabla duradera amistad con la familia Font, intérpretes de la cuerda originarios de Barcelona que servían también al infante. De esta amistad y colaboración profesional saldría una de las joyas del patrimonio universal de la música de todos los tiempos: el quinteto de cuerda con dos violoncelos, y todo indica que fue el cuarteto formado por Francisco Font, violista y padre de Antonio, Pablo y Juan, que tañían diversos instrumentos de cuerda indistintamente, lo que le sirvió de base a Boccherini para añadirse con su violoncelo, creando esa peculiar, y tan propia, formación de cámara.
Por entonces, don Luis había encargado al arquitecto Ventura Rodríguez la restauración del palacio de Boadilla del Monte, que construyera Antonio Machuca años antes, y, cuando estuvo listo se convirtió en la residencia preferida y habitual del infante, fuera de las jornadas reales.
Ese palacio fue testigo, en concreto, de una intensa actividad musical, uno de cuyos testimonios, de extraordinaria belleza, refleja dos de las grandes aficiones del infante, la caza y la ornitología. En efecto, Boccherini compuso en 1771 uno de aquellos quintetos con dos violoncelos, en el que se pueden escuchar los trinos de los pájaros y, en otro pasaje, las trompas de caza: el Quinteto en Re Mayor, Op. 11, nº 6, G. 276, que lleva el sobrenombre de La pajarería.
Pero la plácida vida en Boadilla llegó a su fin cuando el infante, deseoso de contraer matrimonio, se vio forzado por su hermano, el rey, a buscar esposa plebeya, a renunciar a vivir en los entornos de la Corte, y a no transmitir su apellido a sus descendientes, todo ello como consecuencia de un injustificable recelo sucesorio al que don Luis nunca había dado pábulo.
La consecuencia inmediata fue la celebración de la boda de don Luis con doña con María Teresa Vallabriga, en el mes de junio de 1776, y el inicio de un largo destierro de la Corte, por lo que el matrimonio se fue a vivir temporalmente a Cadalso de los Vidrios, más tarde a Talavera y a las propiedades que el marqués de Altamira, amigo del infante, tenía en Velada, y por último a la villa abulense de Arenas de San Pedro.
Para la celebración de los esponsales, Boccherini, que había decidido acompañar a su patrón al destierro, le obsequió con una Serenata en Re Mayor (G.501), a modo de suite para orquesta.
El Infante don Luis de Borbón y Farnesio en Arenas de San Pedro
En los 9 años que habría de pasar lejos de la Corte, Boccherini compondrá la mayoría de su peculiar colección de quintetos de cuerda con dos violoncelos, así como numerosos cuartetos, sinfonías, tríos, etc., una primera versión de su Stabat Mater y el Villancico ya mencionado.
La placidez y el ritmo de vida en Arenas de San Pedro habría de proporcionarle a Boccherini algunas compensaciones. Por un lado, su familia fue creciendo hasta llegar a tener siete hijos, si bien uno de ellos habría de morir de muy corta edad.
Primero, la muerte súbita de su esposa, Clementina, que sufrió una apoplejía a principios del mes de abril y, poco después, el óbito de don Luis, el 7 de agosto, dejaron a Boccherini, viudo y con seis hijos de corta edad, sin empleo y sin señor.
De vuelta en Madrid, el compositor se ve obligado a rehacer su vida.
A pesar de las inquietudes del primer momento, los Boccherini nunca carecieron de recursos ni hubo necesidad de gastar los ahorros ya que, pronto, consiguió el músico tres fuentes estables de ingresos: primero, una pensión anual de 12.000 reales, a cargo de Palacio, a la espera de un empleo en la Capilla Real, empleo que nunca obtendrá. No obstante, la pensión le sería pagada hasta su muerte; segundo, la entrada al servicio de los conde-duques de Benavente-Osuna, con un sueldo de otros 12.000 reales, (aunque este sueldo no lo disfrutó más que dos años), y por último, la obtención de una asignación, por un valor equivalente a cada uno de los dos anteriores, proveniente del rey de Prusia, Federico Guillermo II, que le nombró compositor de su cámara en 1786, empleo que desempeñó hasta la muerte del rey en 1797.
En 1787, contrae segundas nupcias con Mª Pilar Joaquina Porreti, hija del célebre violonchelista Domingo Porreti, consiguiendo estabilizar la armonía doméstica e iniciar una fructífera década, en la que su catálogo musical crece sin pausa y su familia se desarrolla holgadamente y sin sobresaltos.
En un primer momento, antes de casarse en segundas nupcias, Boccherini y sus hijos se habían instalado a vivir en una casa de la Plazuela de San Ginés, donde el maestro compone la música para La Clementina, una suerte de zarzuela con libreto y argumento de don Ramón de la Cruz, que habría de representarse en los salones de los Benavente-Osuna. Pero, al contraer nuevo matrimonio, la familia se traslada a una casa de la calle de la Madera Alta, donde vivirán hasta entrado el nuevo siglo.
Entre 1786 y 1797, el catálogo musical del maestro se consolidará y presentará una cierta diversificación. Sin dejar de cultivar los géneros del cuarteto y del quinteto, Boccherini aborda con mayor frecuencia, en especial hasta la resolución de la crisis de la Revolución Francesa, un tipo de obras que requieren un mayor número de instrumentos: sextetos, octetos, sinfonías, minuets orquestales, así como una importante colección de doce Arie Accademiche para soprano y orquesta.
El final de la década que se inició con la vuelta a Madrid desde Arenas de San Pedro, marca también el final de ese periodo que había tenido todos los ingredientes para hacer felices a los Boccherini: tranquilidad, ingresos saneados, una familia nuclear de estructura equilibrada y unos hijos que crecen en ambientes de seguridad y bienestar.
En 1796, irrumpen las desgracias en el hogar de la Madera Alta. En mayo, muere la hija mayor del maestro, Joaquina, y un año después, el sucesor de Federico Guillermo II, poco amante de la música, suspende los pagos al músico, lo que implicaba un recorte importante de sus ingresos.
Por fortuna, y como compensación, en aquel entonces, Boccherini ya había empezado a recibir cuantiosas, aunque no fijas, retribuciones del marqués de Benavent, un noble catalán guitarrista, que deseaba disponer de piezas de calidad en las que interviniera una guitarra, para su propio lucimiento. A este encargo corresponde la popular serie de Quintetos de cuerda con guitarra (G. 445 a 453), y la Sinfonía concertante (G.523), transcripción del Quinteto Op.10, nº 4 (G.268), de 1771, inspirado, a su vez, en el Concerto Grande, Op.7 (G.491), de 1768. Sin embargo, el marqués no era un hombre sensato ni prudente, al contrario, era derrochador hasta lo inimaginable y pronto dilapidó la enorme fortuna heredada de su padre. Cuando no le quedó ningún bien que vender, cayó en la cuasi indigencia y, naturalmente, interrumpió los encargos a Boccherini.
También, casi coincidiendo con la muerte de Joaquina, concretamente, en el verano de 1796, el maestro recibió una primera carta del editor, compositor y fabricante de pianos, Ignaz Pleyel, quien, instalado en París, deseaba recibir partituras del luqués para su publicación. Este nuevo contacto le iba a significar a Boccherini la obtención, durante tres años, de importantes emolumentos procedentes del mercado musical francés.
Pero las relaciones con Pleyel nunca fueron fáciles. Se conserva una importante colección de cartas de Boccherini a Pleyel (no así las de Pleyel a Boccherini), en las que pronto se pone de manifiesto que los intereses de ambos, compositor y editor, no son coincidentes, provocando fuertes enfrentamientos hasta el punto de que la carta del músico fechada el 20 de junio de 1799, sólo tres años después de iniciarse la correspondencia, sería la última, culminando una agria ruptura.
Al romper con Pleyel, Boccherini busca alternativas para la edición de sus obras, dirigiéndose a otro publicista de música de reconocido prestigio, el editor parisino Sièber, con quien establece una breve y no muy fructífera correspondencia a partir de julio de aquel mismo año.
Durante los primeros meses de la breve y agitada embajada de Lucien Bonaparte como plenipotenciario en España, embajada que duró no más de 11 meses, a lo largo de 1801, Boccherini fue requerido para dirigir las veladas musicales del hermano del que sería, pocos años después, nuevo emperador de Francia. De este modo, el compositor iba a recibir generosas compensaciones económicas que vendrían a paliar las dificultades para la edición de sus obras.
Lucien Bonaparte solicitó reintegrarse a Francia, cosa que hizo a finales de ese mismo año 1801, interrumpiendo, naturalmente, los pagos al músico.
A partir de esas fechas finales del año 1801, se puede afirmar que Boccherini inicia el final de su vida. La muerte se cierne a su alrededor, arrecia su enfermedad, una antigua tuberculosis, y no se le conocen relaciones de mecenazgo a su favor como le había ocurrido hasta entonces, a lo largo de la mayor parte de su vida.
En julio de 1802, muere su hija Mariana, mientras residían aún en la calle de la Madera Alta. Sin embargo, quizá debido a que la unidad familiar se había visto reducida con las muertes de Joaquina y de Mariana, y debido a que los varones se habían emancipado, uno como sacerdote, Luis Marcos, y otro como archivero en la casa de la condesa de la Oliva, Joseph Mariano, los Boccherini se trasladaron a una casa en la calle del Prado.
Pero, las parcas de la muerte también les visitarían en esa nueva residencia, ya que, antes de acabar el año, fallecía la hija pequeña, Isabel, dejando al músico con una sola hija, Teresa.
En 1803, el maestro tuvo un último contacto cosmopolita al visitarle la pianista francesa Sophie Gail. Para la ocasión, Boccherini le regaló a la viajera una partitura, la copia manuscrita de de la 1ª versión de su Stabat Mater, G. 532, para soprano y orquesta. Era el mes de febrero de 1803 y la impresión que le produjo el maestro a la visitante debió de ser lamentable. Boccherini estaba viejo, cansado, triste y enfermo.
Ni esta visita ni ningún otro acontecimiento pudo evitar la profunda aflicción que se cernía sobre el ya anciano genio de Lucca. Unas pocas composiciones, que parecen querer esconder el decaimiento moral y físico que sufría, muestran la enorme energía que Boccherini desplegó toda su vida. Los fragmentos del último cuarteto, inacabado, que él registró como Op. 64, nº 2, se diría que nacen de la pluma de un joven lleno de vitalidad, cuando lo cierto es que se deben a un hombre postrado y abatido al que no le quedan más que algunos meses de vida.
Para mayor sufrimiento, en julio de 1804, fallece la única hija que le quedaba, Teresa, y, solo seis meses después, en enero de 1805, rinde su alma Maria Pilar Joaquina, su segunda esposa.
Cinco meses después que su esposa, a la edad de 62 años, el día 28 de mayo de 1805, moría Luigi Boccherini mientras residía en el número 5 de la calle Jesús y María del barrio madrileño de Lavapiés, en una casa que es, con toda probabilidad, la que hoy corresponde al número 6.
Sus restos recibieron sepultura en la parroquia de San Justo y, 122 años después, es decir, en 1927, fueron exhumados para su traslado definitivo a su Lucca natal.
El año 2005, segundo centenario de su muerte, la comunidad musical, con un papel destacado de la Asociación Luigi Boccherini, rindió cumplido homenaje a Luigi Boccherini.
Desde entonces, han sido muchos los festivales y actos musicales y divulgativos celebrados en su honor, algunos de los cuales se han realizado en Arenas de San Pedro, Talavera de la Reina, Alcántara, Madrid o Boadilla del Monte.